Las palabras educación y digital pueden tener una serie de significados según cómo se combinen. Por un lado, tenemos la digitalización de la educación, un proceso que se ha vuelto fundamental y urgente, especialmente a raíz de la pandemia de la Covid-19, utilizando herramientas tecnológicas para llevar el proceso de aprendizaje al entorno donde muchos niños y adolescentes pasan gran parte de su tiempo: las pantallas.
En Brasil, la conectividad ha crecido de manera acelerada en los últimos años, especialmente entre los niños y adolescentes. Según un estudio publicado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), un tercio de la población mundial de niños y adolescentes tiene acceso a la web. En Brasil, según datos del Centro Regional de Estudios para el Desarrollo de la Sociedad de la Información (Cetic), el 93% de este público está conectado diariamente.
Sin embargo, al mismo tiempo que los recursos digitales tienden a motivar, involucrar y estimular a los nativos digitales en el camino del aprendizaje, hay otra combinación de palabras que debe tenerse en cuenta: educación digital. Actualmente, estamos atravesando un período crítico en el que el volumen de información disponible es muy grande. De hecho, esta multiplicación exponencial en poco tiempo ha recibido un nombre: infodemia.
Este fenómeno, amplificado por las redes sociales, crea un escenario en el que se difunden rumores y datos falsos y/o manipulados como si fueran reales. Y esto es un problema para aquellos que aún no tienen conocimiento y madurez suficientes para diferenciar hechos, opiniones o lo que es falso. Y los niños y adolescentes son los más vulnerables en este sentido.
Según datos divulgados por el vicepresidente de Google, Prabhkar Raghvan, los jóvenes nacidos entre 1990 y 2010 prefieren buscar información dentro de las redes sociales. Aproximadamente el 40% de los usuarios realizan búsquedas dentro de las aplicaciones que más utilizan en lugar de buscar fuentes confiables. Es decir, la cantidad de jóvenes que se informan sólo a través de las redes sociales o aplicaciones de mensajería está aumentando, y con ello, el potencial de viralización de contenidos producidos con información no confiable también crece.
Por eso, este tema está quitando el sueño a muchos padres y la preocupación ha llegado a las aulas en forma de un nuevo desafío para profesores y directivos, que se convierten en mediadores de una serie de habilidades y conocimientos necesarios para procesar la sociedad actual desde su complejidad socioemocional y temas como las noticias falsas, el ciberacoso y los delitos cibernéticos.
Las consecuencias de no abordar este desafío contemporáneo de la educación mediática son profundas para la inserción en el mundo laboral y para el ejercicio de la ciudadanía, ya que las personas que no sean capaces de comprender críticamente lo que consumen estarán, teóricamente, menos preparadas para ocupar empleos de alta complejidad, y al mismo tiempo, serán presas más fáciles para el entorno de desinformación que florece en Internet y en las redes sociales.
Los hábitos de consumo de información de esta generación de estudiantes, que pasa más de 3 horas al día en Internet (según el CGI.br) y prefiere formatos multimedia, especialmente videos cortos (según el Pew Research Center), hacen que los directivos y docentes deban preocuparse no sólo por proporcionar y dominar la tecnología, sino también por la forma de abordar el aspecto de la ciudadanía digital desde un entorno seguro.
Entonces, surge un nuevo desafío: frente a contenidos que se multiplican a una velocidad y en un volumen humanamente difíciles de seguir, ¿hasta dónde llega la capacidad de los padres y las escuelas para monitorear todo lo que los niños y adolescentes miran? Sabemos que es imposible verificar absolutamente todo el contenido que los jóvenes ven diariamente en Internet, pero podemos ayudarlos a desarrollar el discernimiento que les permitirá filtrar hechos de opiniones y distinguir información verdadera de falsa.
Pero, para llegar a este punto, primero debemos ofrecer un entorno seguro para que puedan practicar sus habilidades de investigación y desarrollar el pensamiento crítico. Y aquí es donde encajan las soluciones de apoyo al currículo, generando seguridad y confianza a través de la curaduría y la adecuación por ciclo y edad que el vasto mar de información no proporciona. Para esto, puedes contar con las soluciones de Britannica Education, que brindan este entorno seguro en la web y ayudan a tu institución educativa con esta necesidad.